Lo visceral se vuelve artístico como una respuesta a la realidad, una condena, una protesta, un apoyo… El teatro aviva las emociones más profundas del ser y las lleva al plano de lo real, con el único fin de demostrar nuestra propia humanidad, de despertar a la sociedad de su letargo cotidiano, de demostrar que solo se vive cuando se siente, que solo se siente cuando se vive.
El teatro es, en todo caso, nuestra forma de trabajar el manejo de las emociones, el autoconocimiento, la empatía, tan necesaria por estos días, y la autoestima, que golpea tanto la salud mental de las comunidades, especialmente la población joven y la de personas mayores.